"La fuerza natural dentro de cada uno de nosotros es el mayor sanador de todos." Hipócrates (el padre de la medicina)
![🧠](https://fonts.gstatic.com/s/e/notoemoji/15.0/1f9e0/32.png)
![👀](https://fonts.gstatic.com/s/e/notoemoji/15.0/1f440/32.png)
![⚠️](https://fonts.gstatic.com/s/e/notoemoji/15.0/26a0_fe0f/32.png)
"La fuerza natural dentro de cada uno de nosotros es el mayor sanador de todos." Hipócrates (el padre de la medicina)
Ojalá pudiera contarle a ese ser querido que se fue de este
mundo, lo mucho que me afectó su partida, pero también lo mucho que me impulsó
a mirarme a mí misma, a volver a mí, a atender mis necesidades, a preguntarme:
¿Por qué siento esto? ¿Qué necesito? ¿Qué estoy dejando de hacer que me hace
feliz? ¿Estoy sintiendo y cuidando mi cuerpo? ¿Me estoy nutriendo bien? ¿Me he
tratado con amor? ¿Me he brindado espacios de des
canso?
La verdad es, que sin mi fuerza de voluntad y ganas de
mejorar, y sin la información valiosa a la que muchas veces tenemos acceso en
internet y las redes sociales, no sé qué habría sido de mí en esos momentos en
los que me sentía tan rota, vulnerable, desesperanzada, llena de pánico y
ansiedad.
Estoy en un proceso de sanación, a otro nivel, el cual
agradezco inmensamente. Hice todo lo posible por acudir a un médico, hacerme
exámenes, busqué esa atención que requería, controles necesarios de la salud.
Acudí y sigo acudiendo periódicamente al psicólogo, busqué y busqué y encontré,
además, una actividad extra que me llena muchísimo. Realmente creo que esa
actividad me encontró a mí. Me siento mejor, sigo avanzando, aceptando y
evolucionando… Todo conspiró y ahora solo me queda agradecer por este aquí y
ahora lleno de tanto aprendizaje y de tanto autocuidado, entendiendo que la
hermosa existencia de mi tío, terminó en este mundo y ahora es energía pura en
otro plano que no podemos ver. ¿Cómo le doy las gracias? Creo que él ya lo sabe,
ya escuchó mi agradecimiento, ya vio todo esto que estoy viviendo.
A quien me lea:
Te invito a no quedarte con el malestar físico o mental, a no quedarte con esa incomodidad al querer dormir y no poder, al sentirte ahogado o con molestias físicas que no sabes explicar, quizá un dolor de cabeza, una tristeza profunda, desánimo o pereza. No te quedes con eso, no te conformes. Si bien todos tenemos procesos distintos y vivimos los momentos tristes o felices de manera distinta, te pido, indaga, infórmate, lee, exprésate. Hay material e información y herramientas al alcance de todos. Escucha tu intuición, tu cuerpo, tu ser, ve hacia ti y hazte las mismas preguntas que yo me hice y me sigo haciendo, sus respuestas te llevarán a tomar decisiones cruciales y sobre todo, ten fuerza de voluntad, apóyate en tu familia, amigos y pareja, ponerlos al tanto de tu situación será muy importante. Se curioso, puedes mejorar, sí puedes. Y puede que no sea fácil salir de esos procesos de pánico, estrés postraumático y ansiedad o una depresión, quizá una enfermedad, pero acepta y actúa, no te quedes, infórmate y no calles. Ésa es mi experiencia y mi invitación…
Hola pequeña yo, quiero decirte que te amo y quiero pedirte perdón por aquella época en la que no te aceptaba como eras. Simplemente no comprendía el por qué, el origen de lo que te hizo sentir o ser “así”, como yo misma te veía, como sé que tú te observabas y como creías que te veían los demás, algunos hicieron comentarios al respecto, un poco imprudentes, lo sé.
Que si eras
muy pequeñita, que si podía llevarte el viento porque te veías muy débil, muy
flaquita, además, de la sobreprotección amorosa que te brindaron los adultos de
tu entorno y las múltiples visitas al médico que tuviste. Mamá siempre
hablándote con toda la sinceridad del mundo y tú, tratando de comprender la
magnitud de lo que escuchabas y queriendo procesarlo y tomarlo con toda la madurez
que el caso ameritaba.
Te llegaste
a sentir tan amada por tus abuelos, padres y tíos, que no querías defraudarlos
nunca. Querías ser la mejor estudiante, la niña mejor portada, la más bonita y
pulcra, además de que básicamente esa era la formación y educación que te
estaban dando en casa.
Sé que
dentro, por un corto tiempo, hubo una Raquel un poco confundida, queriendo
dejar esos patrones a un lado y meter las manos enteras en las bandejas con las
fritangas que repartían en las fiestas de niños a las que ibas. A veces te
provocaba gritar, ensuciarte y correr como los otros niños, pero siempre
prevaleció ese temor que estaba creciendo dentro de ti de no caerte, no
lastimarte, no romper esquemas, no quedarle mal a mamá, no cagarla.
Pasó el
tiempo y se mantuvo tu esencia, muchas cosas que hacían otros niños,
simplemente no iban contigo y otras ya te atrevías a hacer. Fuiste una gran
líder entre tus amigas de la escuela, se reunían en tu casa porque así lo
disponías tú y tú familia, nuestra familia, siempre dispuesta a apoyarte.
Entraste al grupo de danza del colegio, fuiste sheer leader junto a tu grupo de
amigas y bailaste en la fiesta de fin de año de quinto o sexto grado y lo
mejor, sabías que te veías muy bien, que despertabas interés y miradas de los
niños.
Entre tus
primos y hermano, te sentías como una reina, siempre cuidándonos entre todos y
tú, liderando los juegos con la mejor y más creativa de las imaginaciones. Te
adaptaste, sabías bien que eras una niña rodeada de varones y así jugaste fútbol,
básquet y beisbol. Recuerdo a otras niñas mirándote de manera “rara” mientras
lo hacías y no te importaba.
Un hombre
malintencionado se acercó una vez, y ya algo similar te había pasado estando
más pequeña y afortunadamente llegó mamá en el momento justo para salvarte.
Este hombre te tomó entre los brazos de manera abusiva y también justo en ese
instante llegó tu primo para auxiliarte, nunca dije nada hasta tiempo después. Nunca
has estado “sola”, lo sabes, siempre has estado rodeada de gente maravillosa.
Sabes que todo es una lección de vida, quedan atrás las personas que
directamente han hecho daño a ti o a los tuyos, el primer y tóxico amor que
elegiste tener, la “amiga” del colegio que te trataba malísimo, las doñas con
comentarios imprudentes respecto a tu físico, que en el fondo solo se traducían
(hoy lo veo así) en “Ecnoe qué bella es tu hija, chiquita, parece una
muñequita” (modestia aparte, pero era perfecta y no lo sabía). Por eso, hoy en
día comprendo que no solo debemos cuidar nuestras palabras y opiniones acerca
de los demás, si no el cómo o qué se les habla a los niños, por otro lado,
definitivamente “las apariencias engañan”, ¿Cuántas veces serían las que me
tildaron de odiosa y solo era tímida?
Todo fue y es un aprendizaje, incluso para mí conmigo misma, “ahora te comprendo” me digo. No supiste lidiar con ciertas cosas que como niña viviste. Te caracterizaba la alta sensibilidad, naciste así, no hay que buscar culpables y de hecho, no se trata de eso todo esto, sino de decirte que estoy aquí, para ti, como adulta, las veces que quieras salir a flote en mi vida actual. Te abrazaré y nos esforzaremos juntas, por realzar lo bueno, así dice mamá y tiene toda la razón, es un gran consejo. Recordemos lo bueno, la maravillosa niña y adolescente que fuiste y la maravillosa mujer en la que me he convertido. Tantos momentos lindos que vivimos en familia, por eso hoy en día los honro tanto aún en la distancia. Tu esencia sensible, artística, tan femenina con el toque perfecto de masculinidad, tus valores, todas las enseñanzas, lo que has superado, tanto sola como apoyada.
Todo ha sido perfecto y maravilloso. Sin ánimos de romantizar nada, sé lo difícil de muchas situaciones vividas y lo que nos ha costado deslastrarnos del miedo, nuestro amigo y enemigo a la vez, sin embargo, sigue el aprendizaje, el no rendirte y el encontrar la manera de equilibrar la función del miedo en nuestra vida. Estás encaminada, solo recuerda por favor, NO dejar de disfrutar el proceso, el camino, con piedras y obstáculos, como venga, no solo pensar en la paz que te imaginas que implica llegar a la meta. No pierdas tiempo siendo infeliz y armándote escenarios en la cabeza que no existen y muy probablemente no lleguen a existir. Piensa feliz, dile STOP a la mente cuando se quiera desviar. Esta vida es hermosa, no estamos solas, no lo estaremos. Hay y vienen más cosas buenas y hermosas. Mira lo consentida que eres por la vida y los regalos que te da. ¡Qué felicidad! Somos grandes, somos bendecidas, estoy aquí para ti.
Cuando era niña, tuve ciertas situaciones que me llevaron a consulta médica o a urgencias del hospital, situaciones que, afortunadamente no fueron graves ni con consecuencias mayores, cosas dentro de lo normal: una fiebre alta, un codo dislocado, lechina o varicela, electrocardiogramas para descarte de soplo en el corazón, electroencefalogramas y Rxs para descarte de problemas con mi crecimiento (resulta que simplemente era baja de estatura y así me quedé), controles normales con el pediatra y las respectivas fuc/king vacunas (jajaja). Sin embargo en esa edad en la que uno se convierte en una esponjita y está con los sentidos agudizados, observando cada detalle de lo que ocurre a nuestro alrededor, desde mi percepción de niña, yo estaba “enferma”, y creía cosas como: que si no iba a crecer, que si mi corazón estaba bien o moriría en cualquier momento, que quizá me mataría una fiebre alta o las bacterias de estafilococo que tenía en cada roncha de varicela, se apoderarían de todo mi cuerpo. En plena aceptación de la extraña realidad que estaba viviendo, apareció una posible tuberculosis. El conocido “contacto TCB”, que empezó con una tos seca constante y afortunadamente tampoco pasó de ahí, pero mi mente empezó a lanzarme mensajes de alerta, muy negativos ante tales amenazas. Lo más curioso de todo esto es que NUNCA DIJE NADA y padecía en silencio una lucha interna que la verdad, no recuerdo cuánto tiempo duró.
Estos “mensajes” eran como una voz interior diciéndome “vas a morir pobre niña infeliz”. Ahora que lo veo desde mi perspectiva de adulta pienso “WOW, qué heavy, que una criaturita tan inocente pase por semejante estado de pánico y vulnerabilidad” y esto, en primera instancia, me hace sumirme, por unos segundos, en una profunda tristeza, por lo que fue, llegando a la delgada línea límite entre la auto compasión y la lástima por mí misma.
De inmediato, me esfuerzo por cambiar la emoción y surgen sentimientos y pensamientos heroicos tipo “qué arrecha la carajita vale, qué arrecha soy”. No le dije NADA a mi mamá, quien tanta confianza me brindó desde siempre, no pedí auxilio, porque mi manera de auto protegerme fue “cálmate chica, si cuentas esto pensarán que estás loca y no estás loca, los locos no saben que lo están”. Callé y así lo superé, hasta cierto punto, porque a pesar de que me cuesta incluso escribirlo, sí, debo aceptar que, en general, fui una niña miedosa (otros factores en el hogar influyeron también). Viví con eso, seguí adelante y sé que el amor de mi familia, la protección de mis abuelos y el tiempo que pasaba con mi hermano y mis primos me hizo olvidar los malos ratos. Me hice una preadolescente, con una autoestima por el piso, que para mi fortuna, de igual manera no duró mucho tiempo. Luego me convertí en una adolescente, y posteriormente una mujer adulta (de “procesos lentos” acorde a patrones sociales) y aquí sigo. SOBREVIVÍ al soplo cardiaco y/o Pr corto mal diagnosticado, a la varicela con estafilococo, al primer día de kínder, al primer día de escuela, a mi desarrollo (paso de niña a señorita) temprano, a mi miedo a la señora muerte (aún no lo supero en realidad), a mi baja estatura, a las múltiples ondas electromagnéticas de los Rxs, a la timidez y baja autoestima (a veces se asoman, bitches!), al “primer amor” que, dicho sea de paso, fue muy tóxico, a los carnavales violentos de mi época en el liceo, a cuatro intervenciones quirúrgicas, un par por salud y un par por vanidosa (jajaja), a unos cuantos despechos, a dejar a mi familia y mi país y convertirme oficialmente en emigrante, a los tóxicos ambientales, a las harinas y alimentos procesados, a la leche de vaca, al azúcar y a un montón de cosas más y aquí sigo. GRACIAS a la vida, a las circunstancias perfectas, porque no quiero pensar ni un segundo en algo distinto sino que todo como fue y ha sido, ha debido ser.
GRACIAS a quienes me rodearon, mi familia y amigos… Y GRACIAS a mi cuerpo, a mi fortaleza, a la pizca de Dios que está dentro de mí y a esta mentecita que si bien me jugó y me juega en contra a veces, por otro lado, se limpia, se aclara, se despeja, se centra, se conecta con lo maravilloso de esta vida y se reorganiza.
Mi mamá se siente mal con estas historias pero NO: Mamita, hiciste y haces lo mejor que puedes con todo tu amor. ¿Cómo se le puede pedir más agua al mar? GRACIAS por ser y estar siempre para mí, ahí y aquí y allá. Esperemos esta pequeña historia le sirva a alguien más, a otras mamás, a otras mujeres y que tomen lo que les sea útil.
Solo puedo concluir resumidamente con esto (y pido perdón si suena muy a la ligera, porque no soy psicóloga, ni terapeuta, a pesar de todo lo que he invertido en mi aprendizaje de crecimiento personal): Qué vulnerables somos de niños, qué delicados, unos más que otros, pero cualquier vivencia que sea recurrente y traumática para el niño, puede ocasionar Ansiedad Infantil. Sí, si existe, ¡Atentos! Tiene muchas causas y puede ser muy silenciosa e imperceptible, además, puede dejar consecuencias a largo plazo, casi de por vida si no es atendida (y esa atención, siendo adultos, ya es responsabilidad de cada uno de nosotros).